viernes, 5 de diciembre de 2008

NADIE

Nadie.

Ni línea ni extensión ni tiempo

ni derrotero azul

ni abismo en movimiento.

Solamente una luz

o nuestros ojos como vientos de íntimas mareas

si la voz

no es más que un sueño

y si el amor

en su propio rostro inscribe

un alto paroxismo de amapolas

en la perfecta rivera inmóvil

clausurada entre dos instantes.

Yo sé estatuas.

Yo sé otoños.

Duro solsticio de aves

por ritos en declive

hímnicamente danzando.

O altos insondables espejos

naufragando a distancia.

O fuegos fatuos de mandrágoras

entre el siempre y el jamás.

Yo sé columnas.

Yo sé días.

Eclipsadas mariposas

en el punto más extremo del límite

desligando ese punto , de otro , inefable,

como término de pavor

en el blanco centro del suicidio

inquiriendo lo inescrutable.

Nadie.

Ni torres ni lagos

ni tatuaje de las tardes

en las extrañas sinuosidades del aire.

Sólo águilas de alta mar

sobre la absuelta intimación de los mástiles

o absurdas y resentidas epístolas

rayadas por escuadras rojas y meteoros infernales.

Nadie.

Tan sólo lo inútil

como si de aquel árbol

su duramen se desanillara

hasta la imperiosa potencialidad

de su propia ausencia.

Nadie.

Tan sólo lo inútil

como un vasto alarido de silencio.